Setenta

Setenta años hubieras cumplido y no consigo imaginarte casi anciana; por más que me esfuerzo siempre te recuerdo como cuando, por estas fechas, me pediste ayuda para guardar en los altillos de ese armario, hecho para la altura de padre, los reyes de tus cuatro nietos (¡y ahora tienes diez más!), y te conté que en ese mismo armario, el de la habitación más grande de la casa, la más fría, un día de Navidad, siendo niño, descubrí medio escondidos los juguetes que recibí el día de Reyes, ocultando mi conocimiento del secreto. Ese armario que casi nadie abre porque la tristeza se escapa de los entrepaños.

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