Con los oídos taponados vuestas voces son un rumor lejano, murmullos, apenas susurros. Sin embargo el habla de mi cabeza, la que no se pronucnia con los labios, no necesita a la garganta ni de los movimientos de la lengua, tiene un sonido y una fuerza hasta ahora desconocida, una tesitura grave y aterciopelada.Toña insiste en que me vea un médico, pero yo le estoy cogiendo el gusto a escuchar mi vida, porque no hay mejor sordo que el que no quiere oir, no hay otitis que por bien no venga.

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