Villa Diodati

Empezamos contando pequeñas historias de fantasmas junto a la chimenea mientras la fría noche del verano que no fue caía sobre Villa Diodati. Llegó mi turno.  Byron, Mary Shelley, Claire, Percy y Polidori escucharon atentamente mi relato del Pozo. Conforme oscurecía, los cuentos se volvieron cada vez más lúgubres y, ateridos, nos fuimos acercando cada vez más unos a otros. El juego del terror dio paso al juego de manos, labios y cuerpos,  de lo psíquico a lo físico, hasta que, rendidos, nos dormimos junto al fuego. La tenue luz de la mañana de aquel día del verano que nunca llegó me despertó. Estaba tumbado sobre la alfombra con la única compañía de las botellas vacías junto a mi cabeza.



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