Cuenta pendiente

La vieja me mandó llamar en cuanto supo que había vuelto.

En cuanto le veas, dile que venga —me dijo con el tono de quien está acostumbrado a dar órdenes.


De acuerdo, se lo diré, pero la verdad es que no para en casa.



Cuando me crucé con él por la calle, le transmití el mensaje. Su rostro arrugado permaneció imperturbable salvo por una ligera mueca del labio superior que se me asemejó a una sonrisa. ¿Qué cuentas pendientes tendrán los viejos? —me pregunté.


Al día siguiente, por la mañana, la encontraron desnuda sobre la cama con una sonrisa de satisfacción congelada, la cara vuelta hacia la ventana y la mirada prendida en el cielo de los vivos. Él volvió a desaparecer y a ella la enterraron en la tierra de los muertos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buen post, estoy casi 100% de acuerdo contigo :)