Con la Iglesia hemos topado





Sonaba Melendi en la radio: "Le pido a la luna que alumbre tu vida, la mía hace ya tiempo que ya está fundida". Detenido ante el semáforo en rojo, pensaba que o acaba este septiembre, en el que cumplo mis bodas de plata con Madrid, o el que va acabar con los fusibles fundidos soy yo. Ya se sabe a perro flaco... ¡¡¡BUM!! escucho un estruendo mientras mi cráneo se desplaza en vaivén golpeando contra el reposa-cabeza del coche. Luces de emergencia. Desconcertado, aturdido, me desplazo a la derecha y, ante la ventanilla aparece un fraile franciscano, con su tonsura, su túnica con capucha, su cordón a la cintura y sus sandalias. Es una alucinación -me digo- ¿o estoy camino del otro mundo?

- ¿Estás bien hermano? -me preguntó el fraile.

- Sí -contesté-, sólo estoy algo... confuso.

- Lo siento.

- Qué le vamos a hacer.

Rellenamos el parte amistoso -no podía ser de otra forma con un frater por medio- mientras mareado y temblón le daba vueltas al mensaje que el universo quería enviarme con aquella presencia: ¿quería que volviera a la Iglesia? O más bien, por las formas ¿quería decirme que había sido expulsado, empujado, lanzado, fuera de ella? Fuese en paz el monje y marcheme del lugar al tiempo, dolorido tras la enculada de Fray Miguel, que así se llamaba el abate, recordando al ilustre hidalgo D. Quijote: "con la Iglesia hemos topado" y dudando entre escribir este post o enviar un e-mail a "Cuarto Milenio", el programa de Iker Jiménez.



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