Amos del verano







De noche paseé por la playa esperando encontrarme con los jinetes de aquel año que, desnudos, cabalgaban por la orilla. Me acerqué al chiringuito por si, como aquella vez, estuvieran allí con la camarera rubia que les acercaba a la montura catavinos de La Ina, pero no aparecieron. De día sí que vi a la toplessista que enloquecía a los quinceañeros que jugaban a las palas, exhibiéndose junto a su toalla, sin poder disimular la erección. Este verano nadie la miraba, el moreno que, como reclamo de una agencia de viajes, hacia brillar su braga blanca desde lejos le acartonaba la piel, arrugando unas tetas que ya no apuntaban el rumbo al horizonte.
Ciego. Ha sido un verano ciego de imágenes que enmarcar para mirarlas y darme vidilla en los días de frío que se avecinan. Muerto. Ha sido un verano muerto porque la verdad es que sólo los jóvenes son dueños del estío.

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