El bidé

- Espera, espera -le dijo interrumpiendo las caricias-, ven.

Le acompañó hasta el cuerto de baño que había junto a su cuarto, en el pasillo, se sentó en el bidé de cara a la pared, se lavó, se levantó y se secó con una toalla pequeña que en su día debió ser blanca.

- Lávate -le ordenó, levantándose y arrojándole el paño sobre el hombro mientras unas cuantas gotas de agua se escurrían entre sus piernas.

Se sentó en la misma posición, se enjuagó, no había jabón ni agua caliente, se incorporó chorreaando y su polla se durmió al contacto con la sucia felpa soñando con una ducha, juntos.

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