Ayer, cuando iba hacia la calle Sacramento, las calles estaban mojadas y parece que llovió, pasé por la Plaza Mayor y la encontré triste y sola, como de domingo de resaca, al pisar sus adoquines un grupo de fantasmas embozados en negras capas se introdujo en mí, había uno que era como yo pero casi veinte años más joven y, en ese momento, comenzaron a cantar a coro en mi cabeza "paso tras paso, ¡pasando! por las calles de Madrid, Cascorro, Cibeles y el Arco de Cuhilleros". Me acompañaron con su soniquete hasta el despacho y allí desparecieron, dejándome un sentimiento de nostalgia recalcitrante.

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