Hace ya muchos años había un joven que iba dando tumbos, saltando de un lugar a otro, de ventana en ventana, olvidando su alma en cualquier alféizar, pero ya entonces los cuentos que más le gustaban eran los suyos, por lo que cada vez se quedaba más tiempo en su habitación. En septiembre hará diez años que le pidió que le cosiera el alma por los pies para no olvidarla nunca jamás, y ella lo hizo, le amuebló la cabeza, pintó su vida de alegres colores, le instaló en su cuarto y le leyó pausadamente las mil y una noches. Ella sabe que, entre sueños, de vez cuando, él hace un burruño con su alma, se la guarda en un bolsillo y se escapa por alguna rendija, pero también sabe que le tendrá por siempre jamás, que aunque no quiera crecer y se crea que no lo hace, envejece a su lado.

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