INTERRUPTOR O POR FAVOR, EL MANDO A DISTANCIA


Hoy, otra vez, he sentido las ganas de apagar a alguien, no liquidarlo, no matarlo, no, no quiero violencia, simplemente tenía ganas de apagar al jefeciillo de bigotito ridículo que me ha amargado las cañas sabáticas (de sábado) que me suelo tomar.

Resulta que el individuo en cuestión, animalejo que prolifera infestando la fauna de Madrid, se ha puesto hecho un energúmeno con un pobre camarero extranjero que no entendía bien nuestro idioma, delante de toda la clientela.

Le ha insultado, bejado, avergonzado y gritado delante de todos y, el pobre, ha aguantando el chaparrón como ha podido.

No seria extraño, aunque si injustificable e indefendible, que el pajarraco en cuestión apareciera muerto en una cuneta hoy, mañana, pasado o dentro de unos años, por lo que siempre, y en favor del derecho a la vida, sería mejor que estos personajes vinieran dotados de interruptor o mando a distancia. Hasta que estos avances lleguen a ser realidad, he hecho gala de la peor de mis miradas de desprecio hacia la asquerosa alimaña y aqui vierto mi mejor mala leche.

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