Paca

Paca se me parecía a una gata, y eso que a mí los gatos... Es a la vez fuerte y delicada,  ágil, grácil, y consciente de su atractivo. No tenía una cara perfecta. Una gata negra, una pantera de pelo azabache, tez morena y ojos verdes y atigrados. No es alta ni baja, ni gorda ni delgada. Está en forma, en su punto que diría yo, sin que le sobrara ni le faltara gramo en la geografía corporal, siendo la distribución por el paisaje más que acertada. Me gustaría que la vieses. En su sonrisa había algo de burla, su voz sonaba segura, como si siempre supiese de lo que hablaba, pero con cierto tono de sorna,  y en su barbilla —que con su cuello formaba un perenne ángulo obtuso, incluso cuando iba puesta— un gesto altivo. No le gustaba que la llamaran ni Paqui ni Francica, sólo Paca.  Ese nombre, PACA... La egresión de la P liberada por la A, la erótica oclusión de la K en el velo del paladar terminada con la expulsión de la A me pone, ¡es tan carnal

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