(A mi madre... veinte años sin ella)
—Escúchame Muerte, pues sé que me oyes, esta vez quiero hablarte; no
habrá gritos, llantos ni gemidos como antes
—...
—Aunque tu respuesta sea el silencio te lo voy a decir, sereno. Ya me
olvidé de tus besos secos, tu caricia áspera, tu sonrisa sin labios, tu lengua
de gelatina, tus dientes negros de degüello sedientos de sangre y sesos, de tus
manos sarmentosas que cuelgan de interminables y constrictores brazos
inmisericordes, de los que se puede alguna vez huir pero nunca escapar, de tu sexo
afilado, sucio, que entró en mí hasta la arcada y el desgarro, y de tus
hediondos pies mojados sobre mi cabeza que inundaron mis ojos de llanto cuando
abusaste de mí, violándome y dándome zarpazos en el pecho y el corazón. Aunque
conservo secuelas en el alma ya no te guardo rencor, pero cuando llegue el
momento y vuelvas por mi casa quiero que me dejes mirarte a la cara, a los ojos
vacíos y pedirte que sea a mí a quien lleves contigo.
—...
—¿No contestas? ¡Vamos!, ¡di algo!, ¡tú no puedes tener miedo! Cuando
sea la hora, escógeme a cambio de mi perdón.
(Fragmento de Autista está ahora desconectado )
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