ÁFRICA

tan cercana, está lo suficientemente lejos para olvidar lo cotidiano. El árabe suena musical en mis oídos cuando abro los ojos y pronuncias tu recién aprendido saba'al khair. Respondo con un habibi y un beso y, solos tú y yo, nos dejamos envolver por la humedad de ese mar, tan suyo como nuestro, por el tórrido sol de septiembre y por el contraste entre el lujo del hotel para europeos y la pobreza de las calles de los pueblos. Quiero volver a África para recordarnos en el reencuentro; inshala.


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