El chapero



La calle de la pensión "La Macu", sucia fonda gobernada con mano de hierro por la fofa Inmaculada, es como un estrecho y largo corredor por el que le veía pasear, pasillo arriba, pasillo abajo, con paso lento y andar chulesco, con la chapa de la llave de la habitación sobresaliendo del bolsillo del pantalón invitación de chapero parisino trasnochado. Era como el de la copla, rubio y alto como la cerveza, y sus ojos glaucos, de líquido cristal , se posaban sobre mí cada tarde fingiendo deseo, mientras un semáforo rojo en Almirante me ordenaba detenerme. La señal se igualaba al color de su mirada y arrancaba apresurado dejándole atrás, derrengado como en la canción sobre el quicio de una puerta.

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