Sin miedo a nada

La noche de difuntos reviví el variopinto ambiente de Malasaña con tu mirada, de un concierto en una de las salas de la zona, el sabor de un bocata y una caña en un sitio cutre con olor a maría y fritanga, las copas en locales donde, con los ojos del que descubre un Madrid distinto, me comentabas que "cada uno va a su bola", de modernillos, punkis trasnochados, bakalas, góticos, casual people y brujas de halloween, y tu conversación me transmitía la ilusión de los dieciocho, de la novedad. Luego, agotados, te dejé en el buho y yo, que perdí el último, tuve que regresar a casa andando. Meé a las puertas del Retiro recién abierto y se me acercó un tipo vestido de negro, disfrado de muerte, con la cara pintada de blanco, aún más pedo que yo, me miró y me preguntó: "¿quieres que te la chupe?", "no" -le respondí guardándomela con la urgencia del que se ha visto sorpendido, y atravesé las puertas del solitario y oscuro parque tarareando canciones y dando saltitos, sin miedo a nada.

Confieso que he vivido.

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