Imágenes de ayer

Solo ahora, adormilado frente a la televisión, apaga la chusta que se está fumando y el humo oscurece las cataratas que nublan su vista. Sólo ahora, al masajearse con los sarmentosos dedos las arrugadas sienes mientras la música de su cabeza le hace los coros a los de "Operación Triunfo", sabe que fue verdad. Solo, ahora, lo ve claro: sucedió.

- ¿Jugamos a los perritos?

- No sé, es que va a emprezar "Un globo dos globos tres globos".

- ¡Venga, tonto, vamos!, ¿no te gusta?

- Bueno, vale, lo que tú quieras.

- Eso sí, no se lo digas a nadie ¿eh?

Y recuerda el olor del cercano prado, la humedad de la hierba, a la chica abierta de piernas, su lengua epilépsica, la absorvente boca de la niña y su pito -era demasiado niño para tener polla y ya es demasiado viejo para poder llamarla así- intenta una inconsciente erección que no rebasa, como entonces, su lampiño púbis.

Cuando crecieron, sin consenso previo, arrojaron las imágenes de ayer al oscuro pozo de la madurez, las que hoy le invaden sentado en el sillón y se pregunta qué les separó. Ahora, solo, sin edad para errar, se da cuenta de que aprendió las mil y una formas de equivocarse, pero no de acertar.

¿La verdad le hace libre?

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