De paseo

Se invirtieron los términos, este verano mi sobrino me saco de paseo; ¡cómo ha pasado el tiempo! Ellos salen tarde y el tiempo parecía no correr mientras me tomaba unas cervezas en un velador con sus padres y demás familia, impaciente. Por fin llegó la hora del botellón y allí me presento a sus colegas. Mi vanidad creció "hasta el infinito y mas allá" pues los dieciochoañeros no me echaban más allá de veitiocho, y con la moral por las nubes fuimos a una disco en la que, tras invitarles a una copa, hicmos fondo, no quería que pensaran que porque hubiera venido el tio iban a tener barra libre ni responder ante mi hermano de un pedo financiado por mí. La noche, ya madrugada, transcurria a un ritmo vertiginoso, güisqui con redbull y bailes en el podio. Al amanecer, de camino a casa, los obligados churros, con un coro de chavales que gritaba imitando el acento caló: "tiiito invitanos a churros". Negué mis fondos y acabó pagando una chica, extenuado llegué a casa a dormir con una sonrisa de oreja a oreja. Al día siguiente todos los chicos de dieciocho me saludaban por el pueblo. Fue para mí la noche más divertida del verano.

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