El cogollito

Esta mañana he decidido ir dando un paseo a la notaría, recorriendo el cogollito del Barrio de Salamanca. A las puertas de El Corte Inglés sesentonas trajechaqueteadas de azul marino y blanco veraniego, bolso a juego con los zapatos y perlas en el cuello, esperaban impacientes la apertura del centro, entreveradas con jovencillos de ropa deportiva que, supongo, hacían cola para comprar entradas para los conciertos estivales. Las señoras, sin reparo a ser oídas, comentaban.

- Concha, por Dios, lo que ha cambiado el barrio.

- ¡Ay, hija, a peor, a cambiado a peor!. ¿Te has fijado cómo van?.

- Ya, fíjate, si van todos iguales, hasta los nuestros, ya es que no se distingue a los chicos bien.

- Bueno, tampoco es eso, que a los nuestros, aunque vayan en chándal, no se les despista la buena pinta, es que se les nota en la cara, en el saber estar, tu ya me entiendes... -contestó la otra mirando de soslayo ora a los chavales ora a su amiga- vamos, es que no me compares -añadió clavando la vista sobre un macoqui, deseándole entre sus piernas.

Y seguí Goya abajo, hasta Velázquez con una sonrisa de mañana fresca de verano en la cara. A mí, hoy, el barrio me parecía que estaba más animado que nunca.

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