Las barcas y el rey


Hay noticias que me provocan risa ácida. Ayer, sin ir más lejos, exploté en cítricas carcajadas al ver al Rey de Suecia decirle a los pescadores afectados por el tsunami que entendía como se sentían por la pérdida de sus barcos, porque él también era marinero. Le imaginé llorando ante su yate, destrozado y encallado en la arena, y pasé de la risa a un ilegítimo desconsuelo, porque yo lo único que he tripulado ha sido una barca del Retiro, y pensé en la medida de las palabras y con ese pesar y este pensar cogí de mi estantería "Marinero en tierra" y comencé a leer:

"Hace falta estar ciego,
tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,
cal viva,
arena hirviendo,
para no ver la luz que salta en nuestros actos,
que ilumina por dentro nuestra lengua,
nuestra diaria palabra".

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