Antes podía recordar perfectamente cada detalle de vuestras caras, de vuestra habla. Ahora los rostros se han difuminado y mirar las fotos no me los devuelve, las voces guardan silencio en mi cabeza y sólo los gestos y expresiones de las que todos, hasta los niños, tenemos alguna, me evocan un atisbo de vuestra imagen, su reflejo; pero la ausencia es eterna y con la llegada del frió, el hueco, vuestro hueco, se hace pozo, y me ahogo en su agua helada, y me quema, y las lágrimas que ahora vierto me arañan el rostro, y la añoranza hierve en mi sangre, vuestra sangre, nuestra sangre.

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