Las llamadas



Nunca he sentido la llamada de Dios. No sé si Él escucho las mías. Sí que escucho las del diablo, claras nítidas, suenan a música celestial y le hago los coros con la misma vocación calorra del que huele una copa a una legua, un camello a cien metros, y las miradas del deseo, nada más cruzarse con ellas.



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