El ahogado
Sólo quiere hundirse, sumergirse en el mar del fracaso del que conoce la orografía, la profundidad y los monstruos que lo habitan. Desde el abismo, ver tu mano tendida, difusa, con la mirada miope por la capa del agua que le cubre. Como siempre, rechazarla con el único objetivo de hacerte daño para después, asfixiado, asirse a ella. Bucea en el piélago de la vanidad. Una vez más me se ha creído especial; tu brazo es su salvavidas. Te desprecia porque siempre estás ahí para rescatarle. Sueña con un talento que no posee. Nada vale, nada tiene salvo su mediocridad: ni merced ni señoría. Nada tú, libre hasta la orilla, sin mirar al fondo desde el que te reclama para arrastrarte a su mundo submarino.
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